Te cuento mi experiencia basada en la observación y en el
sentir del cuerpo físico.
Desde pequeña, siempre he estado rodeada de naturaleza y a
día de hoy vivo en plena naturaleza rodeada de animales, árboles y agua en la
sierra de Cádiz.
Siempre me ha gustado
observar y sentir los cambios de estación en la naturaleza. El cambio del color
de las hojas de los árboles, cambios en el comportamiento de los animales, cambios
en los olores del ambiente, diferentes cantos de los pájaros, así como los
cambios en los vientos y en la temperatura.
Se aproxima el equinoccio de otoño. Aquí en el sur, en la
zona de la campiña de Jerez, sierra y costa de Cádiz, se comienzan a escuchar
en los cielos los cantos de aves migratorias. Comienza a descender las horas de
luz y aumentar las horas de oscuridad.
La calabaza comienza a madurar intensificando su color
anaranjado. El aire de la mañana comienza a ser más fresco y el cuerpo comienza
a decelerar el ritmo. Una sensación de movimiento lento, suave, profundo y
pausado comienza a inundar el cuerpo.
La arcilla húmeda y jugosa penetra en la piel alimentándola con
sus minerales.
La música del río invita a ondular las caderas, liberar el vientre,
mover suavemente los hombros y permitir que todo se simplifique en una
sensación de armonía y equilibrio con el entorno.
Amo la lentitud, profundidad y suavidad con la que mi cuerpo
desea moverse cuando está nublado, amo sentir la conexión profunda con mis
propias células y dialogar conmigo misma desde una profunda empatía con una
leve sonrisa en el rostro relajado.